sábado, 2 de julio de 2011

Formatos y soportes

Ayer tarde, en el calor de la sauna de Baltavida en San Pedro, una pareja de amigos (el argentino y el uruguayo), hablaba de los distintos formatos en los que se bajaban las películas de Internet para verlas posteriormente en el ordenador o en los reproductores de dvds. El argentino (que debe de ser un fiera para eso), hablaba de “blueray” o algo por el estilo y desgranaba siglas y características con una facilidad pasmosa que a mí, ahora, me es imposible transcribir.
Yo les oía sin participar en la conversación y, al calor oloroso a menta del habitáculo en la tarde bochornosa de por si del verano, comencé a pensar en los distintos formatos y soportes que he ido utilizando durante mi vida.
Nací en un pueblito olivarero del interior de Andalucía a pocos días de que comenzaran las primeras emisiones de la televisión española, de prueba, desde el Paseo de la Habana en Madrid, y de mi infancia, aparte de ver en la televisión en blanco y negro de la taberna del pueblo las películas de Rintintín, los domingos por la tarde, mis primeros recuerdos con los formatos de la música, la cultura y el entretenimiento se remontan a la radio de madera del comedor de la casa, que las noches de verano mis padres asomaban por la ventana a la calle, donde se sentaban en las sillas de enea a escuchar los discos dedicados en la emisora de Antequera: Juanito Valderrama y Dolores Abril, Marifé de Triana, La Niña de la Puebla o Antonio Molina, mientras ellos hablaban con los vecinos en la misma acera dándole de vez en cuando tientos al botijo, y los chicos jugábamos en la calle ajenos a peligros que no fueran caerse y destrozarse las rodillas contra la tierra dura o los empedrados.
Y así siguió la cosa hasta que entró la primera televisión en mi casa: era una “Francis” ensamblada ex profeso para el Cuerpo y comprada a plazos al distribuidor, ya en Málaga, junto con el mueble de formica con ruedas para colocarla, el transformador para controlar los cambios bruscos de la corriente y la muñeca vestida de gitana para poner encima con el mantelito de ganchillo y el toro. Allí veíamos la ”Antología de la Zarzuela” el “Un, dos, tres” y “El Fugitivo”.
Ya adolescente, en los primeros setenta, empezó a interesarme la música y llegaron “los Beatles” y “Donovan” y los primeros cantautores y las canciones del verano y los Brincos: entonces supe de los vinilos y las cintas de cassette; fuí a Ceuta solamente a comprarme un reproductor de cintas más barato que en la Península, con el dinero que había ganado de aprendiz de camarero en “Casa Pedro” y me compré mi primer disco, “La Orilla Blanca, la Orilla Negra” con lo que saqué de costalero una Semana Santa. Aquel cassette me duró bastante, la verdad, para lo que suelen durar ahora las cosas, y las cintas…. Bueno, hará un año, haciendo limpieza de todo lo que me iba estorbando en la casa, tiré las últimas cuatrocientas o quinientas, que estaban guardadas en una caja, pegadas por la humedad o por el polvo y, que para colmo, desde no sé el tiempo que hace, no tengo ni siquiera dónde reproducirlas.
Mi primer equipo estereofónico – y el único-, lo conservo todavía aunque, de la configuración original, en uso apenas queda el ecualizador y las columnas; está también el tocadiscos, pero ni sé si funciona bien o hay que arreglarlo para poner alguno de los cientos de vinilos que aun conservo; le acoplé un reproductor de cds que me regalaron unos reyes hace quince o dieciséis años y es lo que escucho todavía cuando enciendo un cacharro que no sea la tele o el ordenador.
A partir de ahí todo se aceleró: casi cada año sale algo nuevo que no da tiempo a digerir cuando otro cacharro más novedoso y potente lo ha sustituido. Uno trata de mantenerse al día pero la mayor parte de las veces no tienes ni ganas, ni dinero ni tiempo que dedicarle a tanta novedad .
Y ahora viene la pregunta retórica a que nos lleva todo lo precedente: ¿a dónde vamos con tanto cacharro y qué vamos a hacer con todo lo que se nos va quedando viejo y ya no nos sirve? ¿Tirarlo a la basura como las cintas? ¿Reconvertirlo a los formatos nuevos ad infinitum?
¿Mandarlo todo al carajo para escuchar otra vez el silencio de la noche, el rumor del viento sobre los árboles o el bramido del mar los días de tormenta?

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