sábado, 17 de septiembre de 2011

Sobre gente sencilla y lugares lejanos

   Fue hace un par de días que me encontré con él. Me avisó el padre, porque yo le había advertido que lo hiciera cuando llegara, y, según  me acercaba a la mesa del bar en la que estaba sentado, en la planta dos del Aeropuerto, de espaldas al mar y frente a los restos de un bocadillo y un café con leche, lo fui observando: vaqueros gastados y rotos en las rodillas, la moda; camiseta blanca de cuello de pico ajustada al cuerpo flaco y pálido para el tiempo y el lugar en que vivimos  - un remedo del dibujo del anuncio del 7up - pendientes, cresta en el pelo a pesar del corte militar, piercing en la lengua, reloj de muñeca de correa mas grande que la muñeca, a juego con la camiseta,  un collar de cuentas grandes de madera  alrededor del  cuello y un par de anillos de plomo en dedos que no están habituados a los anillos.
   Me esperaba y, haciendo gala de una educación que dificilmente le concedería cualquier observador imparcial que observara la escena, fijandose solamente en su aspecto, se levantó y me saludó militarmente cuando me acerqué, sin percatarse que su apariencia desentonaba con el saludo y el lugar, y habriamos pasado más desapercibidos con un simple movimiento de manos o de cabeza de reconocimiento y saludo. Me senté frente a él y casi sin transición comencé a bombardearlo a pregunrtas. ¿Dónde estabas? ¿Cómo es aquello? ¿Qué pasó?

      Ernesto Sábato, el gran maestro argentino de la literatura contemporanea recientemente fallecido, llamó a una de sus novelas más enigmáticas y sobrecogedoras, obra fundamental en la literatura española del siglo pasado, "Sobre héroes y tumbas" y en ella narraba la vida convulsa de un tiempo y unas gentes en la Buenos Aires de mediados del siglo pasado.
    Si hoy día tenemos que buscar nuevos héroes en medio del bullicio de la sociedad tecnológica que nos está tocando vivir, seguro que no podemos mirar hacia los mismos arquetipos que nos dejara el maestro, ni a los gauchos del Sur que describiera Borges, o a los protagonistas de los episodios que contara y cantara Galdós de la España del XVIII y XIX.
    Los tiempos han cambiado y con ellos nosotros, aunque a algunos, que procedemos de un mundo en el que la tecnología era aun una visión futurista de literatos y soñadores, nos cueste adaptarnos a los nuevos prototipos y no nos identifiquemos con las figuras del momento que nos presentan los "realities" de las televisiones y los programas deportivos que inundan las programaciones de los "mass media.".
    El chico era como cualquiera que uno espera encontrar haciendo botellón sobre el muro de los aparcamientos del paseo marítimo o en una pandilla de barrio; ni siquiera de los que te imaginas paseando, formales, con la novia con la que se quiere casar; muy joven para eso y con un aire entre adolescente que ha dejado el instituto antes de tiempo y aprendiz del andamio o la hosteleria; un punto tímido pero con la mirada despierta de quien sabe que en la atención con que observe el detalle le puede ir la vida o la de sus compañeros. Y lo sabe por experiencia.

     Y me estubo contando; me habló del Puesto avanzado junto a la frontera de Paquistán donde acaba de pasar casi seis meses, de que comieron todo el tiempo a base de raciones de campaña; lentejas con chorizo, sardinas, melocotón en almibar, porque un par de veces que mandaron el convoy de "logística" lo hostigaron los talibanes hasta destrozarle la carga que no es blindada, así que, lo más básico, el agua y esas cosas se lan enviaban por helicoptero y lo demás pues, raciones. "¡Cuando veías un donuts o algo así, aunque fuera de un semana era como un manjar!" De las balas enemigas sobre sus cabezas en la misión humanitaria y cómo dormían con el casco  puesto y el fusil en el colchón. Del dolor y la rabia por los compañeros caidos en el coche delante del tuyo y las balas que zumban en los oidos muchas veces sin que puedas identificar de dónde vienen en los primeros momentos.
     Me habló también de cómo los niños eran sus principales contactos con el mundo local y la facilidad con la que aprenden los idiomas de las tropas desplegadas; de la piedra que le alcanzó el ojo y lo tuvo infectado un montón de tiempo... En fin. Me contó de tierras áridas y climas bochornosos, de hacer un trbajo duro y difícil con la normalidad y la sencillez del valiente.
    Lo que no me dijo, de eso me enteré cuando ya se había marchado porsu padre, es que le habían propuesto para la del Mérito por una acción.
    Lo dicho, gente sencilla y lugares lejanos.

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