sábado, 15 de octubre de 2011

El Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife y los damnificados del tranvía

Una historia entre la indignación y la vergüenza en el día en que hay convocadas manifestaciones de ‘indignados’ en más de 900 ciudades del mundo.


Corría el año 2006 y El Ayuntamiento de Santa Cruz tenía prisa por finalizar las obras de la línea del tranvía, que había de ser orgullo y prestigio de la ciudad y de su corporación municipal. Un problema se interponía para poder llevar a cabo la empresa: el trazado de la vía pasaba por viviendas ocupadas por vecinos, muchos de ellos gente humilde y desfavorecida en el límite de la exclusión social. ¿Qué hacer? Los políticos, que siempre tienen soluciones para éste tipo de problemas, sobre todo porque no gastan el dinero propio sino el de todos, lo vieron claro: Les expropiamos sus ‘chavolas’ y les damos una casa nueva en otro sitio mejor. Dicho y hecho; con la alegría con la que tira el dinero la gente a la que no le cuesta ganarlo, decidieron expropiar y realojar a los vecinos expropiados. Pero había otro problema; no tenían esa casa alternativa que entregarles a cambio de la suya. “¿Quién dijo miedo?” Debió de pensar el Concejal de Urbanismo, o el Alcalde o el Gerente del Área al que le encomendaran la solución del conflicto: “¡Los metemos un año o dos, lo que tardemos en hacerles las casas en un pisito de alquiler y asunto resuelto!”

Y así lo hicieron. Le ordenaron – entiendo que El Alcalde, o una resolución del pleno del Ayuntamiento - a la Gerencia de Urbanismo que se hiciera cargo del asunto y el Gerente del momento, le encargó a los técnicos municipales que trabajan a sus órdenes que les buscasen acomodo a los expropiados para el tiempo en que tardaran en tener disponibles los nuevos pisos; cosa de un año o dos, debió de pensar, una minucia.

Ignoro el número concreto de vecinos afectados, y cuantos de ellos están corriendo la misma suerte que el caso que voy a exponer, que me atañe directamente, aunque calculo que deben ser unos cuantos, tantos como para haber construido a esta altura el bloque de viviendas en el que alojarlos con el dinero que llevan gastado en alquileres. El caso es que pasó un año y no se hizo nada; llegó el segundo y se dijo que si estaban mirando unos solares. El tercer año se fue sin novedad, si habían mirado algo ya debían de tener la vista cansada; los inquilinos iban de vez en cuando a interesarse por el tema a la Gerencia, y allí los funcionarios los despachaban con muy buenas palabras y gesto amable: “Eso ya mismo, ya mismo, no se preocupe usted.” El cuarto año se fue y no se supo nada de la historia del solar, ni del bloque ni del piso. Todo seguía igual que el primer día cuando empezó el quinto año. Ahora, al acabar el quinto, está un poco peor.


Expuestos los antecedentes del caso, me centro ya en la historia concreta de Doña Antonia. Doña Antonia D.A., con anterior domicilio en La Finca Juan Padrón, paralela a Salvador Pérez Luz, de Santa Cruz de Tenerife, es una anciana que debe de rondar, si no los sobrepasa, los noventa años; con ella viven tres de sus hijos, o vivían, porque el último año, según me comunican, murió uno de ellos; ninguno trabaja, todos tienen problemas que les incapacitan para llevar una vida laboral normal y son una de las familias expropiadas por el Ayuntamiento, a la que le consiguieron un piso de alquiler en Santa Cruz, para el tiempo que tardaran en hacerle su nueva casa; en concreto en la Avenida Ángel Romero número 9, y se realizó el contrato por medio de una conocida Inmobiliaria de la Capital. Al propietario, el que suscribe, se le dijo que era cuestión de, cómo máximo dos años, que les daban su piso y se marchaban y en ese convencimiento aceptó el trato. Aunque en el contrato aparece como inquilina Doña Antonia, paga la Gerencia Municipal de Urbanismo de Santa Cruz de Tenerife, que se hace cargo de todos los gastos y es la que aparece como único fiador, y en su nombre y representación firma y rubrica el Gerente titular en el momento de contratar D. Tomás Martín González.

Han pasado cinco años desde que se firmó el contrato; durante este tiempo, como no podía ser de otra manera, han cambiado las circunstancias familiares del arrendador y esto hizo que necesitase recuperar su vivienda. Lo intentó el año pasado, pero la misma Inmobiliaria que gestiona el inmueble le aconsejó que esperase, que legalmente el arrendador (La Gerencia de Urbanismo), podía exigir prorrogarlo hasta los cinco años y esperó. No obstante, para evitar problemas de última hora, se dirigió a los técnicos de la Gerencia para informarles de su deseo de recuperar la vivienda nada más cumplirse el plazo legal, y el primero que le atendió, digámosle Sr. M., le manifestó entenderlo, hacerse cargo del problema y le aseguró que no tenía por qué preocupase.

Desde primeros del mes de septiembre del presente año, dos meses antes de la finalización de la última prorroga del contrato, el arrendador le insistió a la Inmobiliaria para que enviase la comunicación pertinente a la Gerencia y a la inquilina, y la Inmobiliaria lo hizo. Por si ello no fuera suficiente, mediante llamada telefónica a la Gerencia, se puso en contacto con la técnico, Sra. H., la cual le manifestó llevar el caso por las vacaciones de su compañero el Sr. M., y, ante el temor manifestado por el arrendador a que no le quedara libre el piso, le dijo que no tenía por qué preocuparse, que “lo que a mi me preocupaba en estos momentos con la crisis que hay es tener el dinero, y ese ya está. ¿Pisos? ¡En la calle hay todos los que uno quiera!” Uno, en su ignorancia, no entiende muy bien que se pueda tener el dinero para el arriendo de un piso que no se sabe cuanto va a costar; pero los técnicos de la Gerencia son ellos, y hay que suponerles capacidad para su trabajo; si les sale más caro no lo podrán pagar y tendrán que buscar otro piso, y si es más barato pues, ¡que bien, un dinerito extra con el que no contaban en el presupuesto!

Como quiera que veía pasar el tiempo y que ni la Gerencia ni la Inmobiliaria me comunicaban disponer de otra vivienda, le insistí a la funcionaria, llamémosla Sra. H., la cual me respondió muy digna cuando le planteé si le habían encontrado piso a Doña Antonia: “Uno de sus hijos vino el otro día por aquí muy alterado y le dije que se pusiera a buscarlo. Comprenderán ustedes que yo no tengo una inmobiliaria y no me voy a poner a leer los anuncios de los periódicos todas las mañanas. ¡Yo tengo otras cosas más importantes que hacer!”

Era claro que esa Sra. no iba a hacer nada y le comuniqué mis temores a la Inmobiliaria. “A nosotros nos dijo que le buscáramos un piso, pero como tardan tanto en pagar le hemos dicho que no” fue la respuesta que me dieron.

El día 16 de octubre se cumplía el contrato y había quedado con la representante de la Inmobiliaria en que recogeríamos las llaves el lunes 17 por la mañana en el piso. El que habla vive de su trabajo, es funcionario también, y reside en otra isla distinta a Tenerife; para poder desplazarse necesita solicitar autorización de sus jefes, sacar unos billetes de avión, reservar una habitación de hotel, y, en definitiva, asumir todos los gastos que requiere hacer una gestión en una isla distinta durante un tiempo impreciso. El jueves 13, al medio día me llama la representante de la Inmobiliaria y me dice que la ha llamado el técnico de la Gerencia y le ha dicho que no nos devuelven el piso el lunes. ¿Cómo puede ser? ¡Tenemos un contrato, son el Ayuntamiento! Le respondo. Si, pero me dicen que no tienen un piso todavía y que no saben cuándo lo van a tener. ‘¿Y qué piensan, tenerlos en mi casa hasta que les de la gana?’ Pensé para mi. Comencé a llamar a los números de los técnicos municipales, pero ninguno de los dos me cogía el teléfono. Sonaba y sonaba, pero no se dignaban descolgarlo. Llamé al Sr. Concejal de Urbanismo y su secretaria me informó muy amablemente que estaba en una región (¡donde iba a estar, con la de obras que hay que licitar y concursos inmobiliarios que otorgar en el Ayuntamiento, no va a estar para atender a un ciudadano!), que le dejara el nombre, teléfono y lo que quería y me contestaría lo más breve posible. Llamé al Sr. Gerente, el Sr. Risueño (supongo que aun debe de manifestar el gesto al que alude su apellido cada vez que lo piensa) y su Secretaria me informó que estaba en una reunión. Los pude imaginar a todos juntos, en la misma reunión, decidiendo poner de ‘okupas’ a Doña Antonia y sus hijos en la vivienda de un vecino hasta que alguien les encontrara una casa a su agrado donde vivir.

Pero poco más podía hacer desde mi isla; esperar al otro día a ver si habían encontrado alguna solución en sus reuniones. A la mañana siguiente, viernes 14, llamé al técnico Sr. M.; esta vez cogió el teléfono a la primera, le dije quien era y primero se puso agresivo: “Habrá que comprobar si la Inmobiliaria mandó la comunicación a tiempo” y luego, asumiendo que había sido así y todos hicimos bien nuestra parte menos ellos, me ratificó toda la historia que ya sabía: “Cuando me fui de vacaciones les dejé todo preparado y organizado, pero tenían que buscar un piso y nadie hizo nada; ahora no podemos sacar a esa gente de ahí porque no tenemos donde meterlos” ¿Y cuanto los piensan tener ocupando mi casa? Lo que haga falta. ¿Por qué no los llevan a un hotel y cumplen con el contrato que tienen ustedes conmigo? Si alguien tiene que pagar por ello sen estos días debería de ser el Ayuntamiento y no yo tenerlo en mi casa gratis. Que va, eso no puede ser, a un hotel no los podemos llevar. ¿Usted es consciente de la ilegalidad que cometen? ¡Eso dígaselo a los que mandan! Tengo todo preparado para ira recoger las llaves el lunes, le dije, los pasajes de avión, el hotel reservado, el permiso que he tenido que pedir. ¿Usted entiende que dos días antes de la entrega de llaves no me puede decir que no me las da? Pues eso es lo que hay, ¿qué quiere que haga yo, que me ahorque, que me tire por el balcón? Yo no quiero que se tire usted por ninguna parte, solamente quiero que me den mi casa, que cumplan el contrato que tienen conmigo y que les he ido prorrogando hasta el tope legal y ustedes lo saben. ‘Yo no puedo hacer nada más, si no está conforme hable con el Jefe’ Me dijo dando por terminada la conversación, porque mientras yo intentaba contestar le sentí teclear en el ordenador, desconectado ya de lo que le decía.

La centralita me dio el teléfono del Sr. Gerente y de su Secretaria. Hablé con su Secretaria y me dijo que estaba reunido, que le llamara más tarde. Volví a llamarle más tarde, y más tarde, y más tarde… no pensaba rendirme antes de que me escuchara; daba llamada el teléfono y, desde que veía el número en la pantalla, lo cortaba. Necesitaba que me diera una respuesta, convencerlo que era preferible ponerlos en un hotel porque de otra manera, lo que hacían era hacerme pagar a mi, un ciudadano que lo único que había hecho era confiar en el Ayuntamiento y contratar con él, la desidia o imprevisión o ineptitud de sus funcionarios o políticos, que cada cual se atribuyera la cualidad que le viniera más al pelo. Que yo tenía que interponer una demanda de desahucio por cumplimiento de contrato contra la anciana, y ésta se va a ver abandonada dos veces por la corporación que le expropio su hogar, y que se va a seguir gastando un montón de dinero en pleitos e indemnizaciones, al margen de los daños que les infringe a las dos familias, a la de la anciana y a la mía, que me veo necesitado de buscar un piso en alquiler para mantener a mi hijo en Tenerife mientras estudia, como nos ocurre a los que vivimos en las islas pequeñas, teniendo uno propio que me lo ocupa la Gerencia de Urbanismo con el contrato vencido.

Por más que marcaba el número no había manera de que levantara el teléfono, así que decidí usar el viejo y estúpido truco de cambiar de línea; llamé desde otra y lo cogió a la primera, cuando le dije mi nombre me contestó que él era su secretario y que el Gerente estaba reunido. Lo imaginé acompañando la indignidad de no dar la cara y hacerse pasar por otro con la simpática cualidad a que alude su apellido y supe que lo tenía todo perdido, ni me solucionaría nada ni le importaba lo más mínimo lo que fuera de la anciana o de mi. Me pidió el nombre y el teléfono y me aseguró que le contaría el problema al Sr. Gerente desde que terminara de la reunión y que éste me llamaría en el menor tiempo posible.


Y ahora a ir a la justicia, rápida y eficaz, como todos sabemos que funciona. Descorazonador que sea la misma institución que te embargan el coche por una multa de aparcamiento impagada, la que luego se permite abusar de su poder y usurparte una vivienda. No me cabe duda de que tenemos la administración que nos merecemos.

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